Soñar con ingravidez: acaso sea eso lo más que puede aspirar un
hombre en ser libre. Soñar con ingravidez o poder volar, hay
alternativas. Correr también. Anoche soñé que corría.
Cuando era chico tenía un amigo que me decía que para correr más
rápido hay que levantar la cabeza, mirando a los cielos, y hacer
fuerza con todo tu ser. Yo supongo que él veía a los velocistas
olímpicos y los trataba de imitar. Yo no los veía; trataba de
imitarlo a él. Pero en cierto sentido, no imitaba a nadie. En un
sentido, el del destino quizás, o tan solo el del goce, yo no lo
imitaba, me estaba encontrando a mi mismo.
Soñar con ingravidez también es un juego de palabras. Es soñar
sin pesar, sin preocupaciones, sin “gravedad”. Gravedad... la
Historia quizás asocie estos significados. Hoy no puedo dejar de
pensar que es un astuto juego de palabras.
A veces sueño que floto, ingrávido; otras veces sueño que
vuelo. Volar en un sueño es como flotar; flotar en la vida real es
como nadar. ¿Has flotado?... ¿Has nadado? Entonces has flotado. Te
lo digo ahora, flotar es como nadar. Simplemente que no hay agua que
fluya, sólo tu espirítu, tu ser en el sueño, tu voluntad. Tus
deseos. Es asi como nadar, flotar, volar, soñar, es ser libre.
Anoche soñé que corría. A veces sueño que no puedo correr, a
veces sueño que no puedo moverme. A veces sueño que mis músculos
me fallan y mis reflejos se ennublecen. A veces sueño con una
presión... una presión que me agobia. Una presión que no me deja
respirar. Y trato de correr pero no puedo. Trato de caminar pero no
puedo. Desespero. Veo gente alrededor, pido ayuda. Pero me ignoran. Y
todo se vuelve brillante, vertiginoso, y descompongo. Y siempre hay
una puerta, al final. O un evento, al que no puedo llegar. No lo
logro alcanzar. Y éso, éso, es ser no libre.
Hay hombres y mujeres no libres. Hombres y mujeres esclavizados. Y
tiranos, esclavizantes. Tiranos, opresores. Gente, pero gente vacía.
Vacíos en nuestras mentes, ficticios. Tiranos son esclavos, y
esclavos tiranos. Ahora pienso ésto y la intelectualidad de la idea
me agrada. Nunca me había agradado tanto hablar de libertad.
Pero anoche soñé que corría. Anoche soñé que corría. Anoche
soñé. Anoche. Anoche. Anoche. Anoche soñé que corría.
Me pierdo en mis palabras, y siento todo girar.
Anoche, en mis sueños, miraba mis pies. Trepaba una colina.
Atravesaba pasto verde y fresco. Había una familia allí. Reunida,
sentada. Y yo no me podía mover, irme. Mis piernas se anudaban, se
entumecían. De nuevo, me costaba tanto moverme. Me sentía cansado,
agravado. Una gravedad
pesada. Estiré la mano para llegar...
Y lo logré, pude atravesar. De
repente había pasado. Había terminado. Llegué al otro lado; y era
una pasarela... de cemento, hacia el mar. Y a mi costado, la playa. Y
azul interminable. Y entonces lo supe, supe que sabía correr.
Y miré mis pies, y los vi
moverse. Y los ví dar un paso, y otro, y otro. Y miré mis manos...
y tomé carrera. Y miré a lo lejos: gente, pero qué importa. Y miré
para abajo, y me vi acelerar. Y corrí.
Y nunca nadie me pare alguna vez,
corrí. Corrí como si fuera mi último día. Y respiré. Y la brisa
entró a mis pulmones. Y aceleré. Y asi en medio de ese universo, de
ese sueño, de ese yo, de esa aventura, corrí. Y oh, nunca verás algo igual... cómo corrí.